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EMBELLECER EL DOLOR   por Nerea Ubieto

 

Cuerpos. Cuerpos modelados, definidos, clasificados, estandarizados, cortados por un mismo patrón: médico, político, social, religioso. Cuerpos disciplinados, restringidos, subyugados, encorsetados en unas formas fijadas en las que no se reconocen. Cuerpos inapropiados, patologizados, expuestos, desviados, juzgados, oprimidos, maltratados. Cuerpos rendidos, frustrados y enfermos.

 

Pero también: cuerpos diferentes, maleables, caóticos, habitantes de la periferia. Cuerpos libres, reivindicativos, disidentes; colectividades que luchan por encontrar su lugar fuera de la hegemonía. Cuerpos que desbordan, gritan, resisten, se manifiestan, curan sus heridas y resurgen de sus cenizas. Cuerpos que crecen hacia los lados, crean alianzas y hacen de su vulnerabilidad su fuerza.

 

La materialidad del cuerpo posibilita el contacto con el mundo y con el otro. Es a través de los sentidos como percibimos aquello que nos rodea y podemos compartirlo. Experimentamos, contrastamos y adquirimos conocimiento juntas. Generamos vínculos y relaciones a partir de un sentir común. Ahora bien, habitar este mundo supone estar enfrascados en unas normas y estructuras que nos afectan y atraviesan, lo queramos o no. Se trata de marcos muy precisos que condicionan nuestra vida: hacen que nos sintamos cómodos con lo que somos o que, por el contrario, nos pensemos fuera de lo socialmente admitido, materia sobrante expuesta al estigma y la exclusión.

 

Existen infinidad de etiquetas identitarias que configuran una suerte de mapa poblado de una diversidad ficticia. El espejismo se diluye al constatar que solo hay dos posiciones reales: dentro o fuera de los estándares de normalidad para ser aceptado. Una división reduccionista y dual que reifica un binarismo crónico. Y es que, como apunta Paul Preciado en su último libro, Un apartamento en Urano, «en este sistema de conocimiento todo tiene un derecho y un revés. Somos el humano o el animal. El hombre o la mujer. Lo vivo o lo muerto. Somos el colonizador o el colonizado. El organismo o la máquina. La norma nos ha dividido. Cortado en dos. Y forzado después a elegir una de nuestras partes. Lo que denominamos subjetividad no es sino la cicatriz que deja el corte en la multiplicidad de lo que habríamos podido ser. Sobre esa cicatriz se asienta la propiedad, se funda la familia y se lega la herencia. Sobre esa cicatriz se escribe el nombre y se afirma la identidad sexual.»[1]

 

La cicatriz indica la ruptura con un estado anterior, pero también demuestra la existencia de una etapa previa que, por tanto, nos pertenece. Huella de lucha y rastro de resistencia, solo detectando la herida se hace posible sanarla.

En las fisuras internas hemos podido perder parte de nuestra identidad, genealogía, privilegios, libertad… Su presencia conlleva una segmentación ­­– no siempre consciente – peligrosa de obviar. Las posibles consecuencias son explosiones o implosiones involuntarias, ocultamientos que conducen a la lesión emocional o la clandestinidad sensitiva. Frente a los remedos cosméticos y la contención, la propuesta es aceptar, enseñar, reconfigurarse mediante la experimentación de una vida que cuestione los parámetros estipulados y las identidades cerradas.

 

Mirar con otros ojos, embellecer el dolor.

 

Este es el escenario que propone Romina Rivero en su instalación En fuga, un conjunto de cuerpos, representados por maniquíes blancos, de los que salen hilos que se proyectan hacia afuera, produciendo una red de vínculos dorados que interconectan las entidades al mismo tiempo que las trascienden. Los figurines tipificados como punto de partida, muestran la base regularizadora que nos mercantiliza a todos por igual, obligándonos a asumir unos modelos impuestos desde que nacemos. Así lo hace la medicina con la asignación de género: masculino o femenino son las opciones que condicionarán nuestro pensamiento, formas de hacer y personalidad si nos dejamos arrastrar por la corriente arrolladora. El filósofo Guilles Deleuze entendió la lógica de la identidad como un modelo arborescente que nos limita a un crecimiento vertical, predeterminado, inamovible. En contraposición, propuso otro tipo de desarrollo similar al de las plantas que crecen horizontalmente, rizomas, que permitiese la expansión libre y colateral, hasta donde la potencia de cada cual pudiese llegar.

 

«¡Haced rizoma y no raíz, no plantéis nunca! ¡No sembréis, horadad! ¡No seáis uno ni múltiple, sed multiplicidades! ¡Haced la línea, no el punto! La velocidad transforma el punto en línea. ¡Sed rápidos, incluso sin moveros! Línea de suerte, línea de cadera, línea de fuga.»[2]

 

Emprender líneas de fuga es ir más allá de nuestro propio territorio, pero también, significa saber reconducir aquello que no nos interesa, romper raíces y crear conexiones nuevas. El rizoma puede ser interrumpido, pero sigue creciendo por cualquiera de sus partes. Los cuerpos de Rivero están en fuga: buscando otras porciones de tierra favorables, expandiendo su territorio y comunicándose con otros cuerpos como movimiento natural, propio del ser humano. La interdependencia es la clave de una red de corporalidades que se nutren recíprocamente y pueden, también, encontrarse en su dolor. En este sentido, se establecen múltiples lazos con las reflexiones de Judith Butler, filósofa preocupada por el sufrimiento de los cuerpos, a los que entiende como «instancias enredadas en una trama de relaciones sociales que permiten todo aquello que, en sus palabras, hace que la vida merezca la pena: la amistad, la pasión, el deseo»[3]. Sin embargo, esta trama material tiene su contrapartida, ya que también pueden ser agredidos, violentados, manipulados.

 

Cada uno de los maniquíes que presenta Rivero ha sufrido una intervención; atisbamos suturas, cicatrices, metamorfosis. Las intromisiones se asocian con motivos diversos: operaciones por enfermedad, cirugía estética, cambio de género… pero lo que realmente le interesa a la artista es subrayar el origen emocional de todas ellas. Nos sugiere una visión holística con una base arraigada en las medicinas tradicionales orientales, por ello, en ningún caso, las ubicaciones de las cicatrices son aleatorias, sino que corresponden a desequilibrios emocionales vinculados a diferentes órganos. Recordemos que, en la teoría de los cinco elementos china, la ira se concentra en el hígado y la vesícula biliar; la excitación en el corazón y el intestino delgado; el miedo en el riñón y la vejiga; la tristeza en el pulmón y el intestino grueso y la preocupación en el estómago y en el bazo. Somos reflejo de lo que sentimos y nada pasa desapercibido en nuestro receptáculo físico personal, capaz de convertir los trastornos mentales en síntomas orgánicos y funcionales. Si pretendemos alcanzar una salud óptima, los tres cuerpos, mental, emocional y espiritual, deberán estar armonizados.

 

La sociedad neoliberal capitalista en la que nos ha tocado vivir, se esfuerza por limitar la morfología del cuerpo, marcando unos estándares que lo constriñen y privan de su libertad de ser únicos. Todo lo que se sale de los patrones convenidos, es considerado en el mejor de los casos raro o inadecuado, pero en otros muchos, monstruoso, abyecto, carente de ­– lo que se ha definido como – valor. La consecuencia son individuos que no se sienten cómodos con su propio cuerpo e intentan adaptarlo a sus deseos prefabricados. Narices, pechos, nalgas, pómulos, cabello… cualquier parte del cuerpo es susceptible de ser rediseñada. La artista habla de anatomías parciales para referirse al estado de fragmentación en el que nos vemos sumergidos, resultado de parchear en lugar de atender los niveles más profundos.

 

Por otro lado, las frustraciones, complejos y posteriores traumas pueden enquistarse y derivar en afecciones físicas graves que requieran una operación. Para evitar tal acumulación, habría que florecer tal y como cada uno se concibe, sin represiones, desactivando – en la medida de lo posible – la presión social asfixiante. Es una tarea difícil que requiere coraje, ese que demuestran las personas cuya identidad sentida está muy alejada de la que les fue asignada al nacer. Lo lógico hubiese sido nacer libres y desarrollar indiferentemente cualidades “femeninas” y “masculinas”, en cuerpos de biomujeres, biohombres o intersexuales, pero como a día de hoy no es posible, ocurre que muchos sujetos sienten una dislocación identitaria y precisan acudir a quirófano para adecuarse al “otro” género disponible y vivir en correspondencia con lo que su razón sensible les clamaba.

 

Son situaciones duras que sufren los cuerpos, de manera constante, por estar sometidos a un régimen biopolítico en el que el gobierno y las instituciones organizan y administran las vidas a través de diferentes dispositivos de control. La respuesta a dichas tensiones, sobrevuela la instalación de Romina Rivero de forma solemne: RESISTENCIA, parecen murmurar las figuras ancladas en una disposición imperturbable. De poco serviría abandonar el lugar sin solventar los problemas, pues la realidad te acompaña en cada huida, en palabras de la poeta polaca Wisława Szymborska. Aunque sí pueden proyectarse, generar redes que configuren un buen sustento para el futuro. Se trata de una resistencia que apunta más allá de la tolerancia y alude a la honra existente en la torsión o deformabilidad. En la misma dirección, la segunda obra central en la muestra, Flor de espinas, subraya el brillo radiante de los cuerpos pese a las dificultades. Cuatro costillares dorados ­aluden a la poderosa armadura que protege nuestros órganos más preciados. Formalmente, son una alegoría de la flor que les da título ­– de espinas ­–, una variedad chamánica que se utiliza para trabajar el sentimiento de culpa, la ira reprimida o la desvalorización. De los huesos surgen una multiplicidad de hilos negros subversivos, dispuestos a tejer nuevos relatos, que desembocan la representación gráfica del sonido de la palabra DIGNIDAD. Un mensaje esperanzador que aboga por el empoderamiento y la libertad ética.

 

Pero esta batalla, aunque personal, no se libra en soledad, sino nutriendo los nexos, siendo conscientes de nuestra vulnerabilidad. Volviendo de nuevo a Butler, para la autora el cuerpo no puede entenderse como una entidad autónoma o autosuficiente, sino dentro de unos marcos de relaciones que posibilitan su propia vida. Desde esta perspectiva, los límites del cuerpo son relativos: «la piel contiene el propio cuerpo, pero el cuerpo rebasa los límites de la piel cuando se entrega a otra vida».[4] Nuestro organismo no nos pertenece completamente, sino que continúa en el otro a través de los vínculos. Hilos de oro que posibilitan un fluir de conciencias, la esperanza de una lucha común resguardada en la unidad.

 

Con una remarcable sensibilidad estética, Romina Rivero nos adentra es su particular universo simbólico en el que, de manera exquisita pero contundente, es capaz de trasladarnos desde la aplastante realidad sociopolítica al respiro y sosiego espiritual. En su proceso, nunca oculta, sino que eleva y dignifica: emprende la tarea de embellecer el dolor dejando que los cuerpos expresen su verdadera esencia.

[1] PRECIADO, Paul. B. Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce. Ed. Anagrama. Barcelona, 2019. P.23.

[2] DELEUZE, Guilles y GUATTARI, Félix . Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Ed.PRE_TEXTOS. Valencia, 2002. P.29

[3] LÓPEZ, SILVIA. Los cuerpos que importan en Judith Butler. P.38

[4] LÓPEZ, SILVIA. Los cuerpos que importan en Judith Butler. P.45

SUTURAR ES UNIR LOS BORDES   por Cristiana Tejo

Una epistemología del Sur se basa en tres orientaciones:

 aprender que el Sur existe;

aprender a ir al sur;

aprender del Sur y del Sur

(Santos, 1995:508)

 

Preámbulo

 

Este texto fue escrito originalmente en portugués brasileño, mi lengua materna. Pensar en un lenguaje es traer toda la experiencia histórica y filosófica que encarna. Pero pensar en una lengua de origen europeo es también testimonio de un largo proceso colonial de conocimientos. Como nos enseñaron Anibal Quijano y Boaventura de Sousa Santos, la colonialidad del conocimiento va más allá del período colonial. Es una forma de organización y estratificación del mundo que tiene como premisa la superioridad de la forma de pensar europea. Este proceso de jerarquización abarca incluso las diferencias internas en Europa, porque a pesar de que el portugués es el sexto idioma más hablado del mundo, está subordinado a los idiomas hablados en los países hegemónicos. Podría haber escrito este texto en inglés, pero durante algunos años he estado reflexionando sobre la cuestión de la descolonialidad y cómo puedo pensarlo desde una perspectiva de colonialidad en portugués y su posición semiperiférica. Es desde este lugar que escribo este texto.

 

*****

 

El mundo contiene innumerables narrativas que intentan dar cuenta de su existencia y que se han rastreado desde tiempos inmemoriales. Estas narrativas han sido construídas con pigmentos, piedras, palabras transmitidas oralmente de generación en generación, palabras escritas, instrumentos, danzas y sabores. Mientras haya un ser humano en la tierra o en cualquier otro planeta, su experiencia en el universo será informada y tomará una forma diferente. Pero como seres sociales que somos, engendramos estas narrativas, porque no somos suficientes. Precisamos de los otros: de los que ya pasaron, de los que en este mismo momento están habitando este mundo y los que están por venir. Mas sabemos que estas historias son parciales ya que ninguna de ellas puede explicar el mundo de forma individual.

Pero en los últimos siglos una narrativa mundial ha intentado anular las demás. Con la dominación militar y económica europea por todo el globo, el conocimiento engendrado en Europa se ha tornado central y parámetro por el cual la realidade es aprendida. Las otras epistemologías, al no ser ciencia, se descartan como creencias. Como menciona Boaventura de Sousa Santos, la epistemología del norte es excluyente, aunque no sea suficiente para dar todas las respuestas y resultados esperados por el ser humano, como el conocimiento científico que divide los aspectos de la vida de tal manera que a menudo no hay intercomunicación entre estas partes. El cuerpo humano es visto como una máquina con sus engranajes interdependientes pero sin compreender la totalidad de la existencia humana como energía y emociones. A su vez, los cuerpos humanos son apartados de la naturaleza como esferas distintas, siendo éstos superiores a los demás seres vivos, el centro del mundo. Sin embargo, este centro tiene una jerarquía en la parte superior y en la cual se encuentran hombres blancos (europeos) heterosexuales cuyo conocimiento se entiende como universal. Y en este proceso de organización del mundo se dejan fuera los conocimientos que no encajan en esta lógica, es decir, el conocimiento generado por las mujeres y las sociedades no blancas, cuyas epistemologías están prohibidas y sus métodos desclasificados. Autores como Anibal Quijano nos han mostrado cuán imbrincados están los ejes de colonialismo y capitalismo. Autoras como Silvia Federicci, nos aclaran el vínculo entre capitalismo y patriarcado. Y autoras como Angela Davis, Rita Segato y Silvia Rivera Cusicanqui, entre otras, explican la importante relación entre raza, género y clase social.

 

El orden del mundo occidental, por tanto, es considerar como únicas las verdades producidas por personas que pasan por el tamiz de la institucionalización científica, como por ejemplo la esfera de la salud, ya mencionado anteriormente. En países como Brasil, el parto solo puede ocurrir en manos de los médicos. Las parteras, mujeres con décadas de experiencia, son marginadas. Como la medicina tiene una gran relación con el capitalismo, el país tiene uno de los mayores índices de cesáreas del mundo. Para no perder tiempo, los médicos prefieren programar una cirugía, practicando varios partos en un día en lugar de quizás uno ... No se trata de estar en contra de los médicos o de las cirugías, sino de no considerar otras posibilidades de dar a luz a un hijo. Sousa Santos nos trae dos conceptos potentes para lidiar con estas cuestiones, concretamente, Epistemologías del Sur y Ecología del Conocimiento. Dado que las Epistemologías del Sur son el "conjunto de intervenciones epistemológicas que denuncian la supresión del conocimiento llevada a cabo, a lo largo de los últimos siglos, por la norma epistemológica dominante, valoran los saberes que han resistido con éxito y las reflexiones que éstos han producido" (Santos, 2009, 5) y la ecología del conocimiento que busca un diálogo horizontal entre conocimiento y sabiduría/saber hacer.

 

La discusión suscitada por activistas, sociólogos, pensadores ha llegado recientemente con mucha fuerza a museos y ferias internacionales. Movimientos como el  "Yo también" y "Descolonizar este lugar" han demandado cambios estructurales en el mundo del arte que es marcadamente capitalista, patriarcal, racista y colonialista. Pero hay muchos artistas que no solo piensan sobre estos temas, sino que también integran la teoría en la práctica. Romina Rivero es una de las artistas cuyo trabajo aborda no solo los temas antes citados, sino cuya práctica vital alimenta sus obras. Se trata de una artista que durante años se ha dedicado al estudio de la Medicina Tradicional China y Coreana en paralelo a la creación de sus obras de arte y cuya atención se ha dirigido a múltiples formas de conocimiento. Aprendí con ella que ser y estar en las Islas Canarias es situarse mucho más próximo de África y de América que del continente europeo. Sin mencionar que un pensamiento generado en el contexto de un archipiélago puede llevarnos a imaginar que es más propicio para crear puentes en comparación con el pensamiento continental, que parece estar más preocupado por la construcción de muros.

 

En la investigación presentada en esta exposición, Romina muestra un conjunto de trabajos que son una especie de culminación de una larga y profunda investigación sobre el papel histórico de la mujer como médica. Como ya fue mencionado com anterioridad, el patriarcado creó herramientas muy eficientes para desautorizar y borrar el conocimiento de las mujeres y concentrar en manos de los hombres el espacio, la autorización y las condiciones para ejercer la praxis médica. Las mujeres, quedaron al margen del trabajo de curación y cuidado. Inicialmente a penas en el ámbito doméstico y después, incluso con la entrada en el mundo laboral, puestos de menor relevancia. Para ingresar al mundo profesional de la medicina, las mujeres deben demostrar que piensan y actúan como hombres, ya que el conocimiento masculino es el universal y cualquier conocimiento femenino es considerado particular. Romina trae el acto de suturar como gesto de confrontación ya que la aguja cuando se asocia con mujeres se refiere a coser y no al acto de suturar partes de un cuerpo humano.

 

En Fuga, una instalación compuesta por 14 maniquíes de costura, la artista utiliza la técnica de la sutura para realizar pequeños parches de encaje en varias partes de las piezas. Cada una de estas suturas ocurre en distintas partes y se realiza con diferentes colores. La localización y el color de la intervención revelan qué Meridiano de Acupuntura está siendo representado, pues en la Medicina Tradicional China se relacionan las emociones con los órganos y las vísceras. Se trata de un vínculo creado entre el lugar borrado de la mujer en la construcción del conocimiento sobre la curación y la milenaria ciencia china, que es visto como sospechoso por el mundo occidental. Suturar significa unir los bordes. En la obra de Romina también podemos interpretar el borde como los márgenes del mundo que une en sus obras por medio de la sutura. En este cruce, aparece un tercer extremo. El simple hecho de coser es resignificado por la costura médica, ya que hay una predisposición a pensar que coser es inofensivo y que la sutura es poderosa e importante. Nos recuerda la invisibilidad de la importancia del trabajo doméstico y el cuidado de los otros.

           

El uso de maniquíes nos trae aún otras interpretaciones. Sus siluetas explican la normatividad de la belleza femenina: delgada pero curvilínea y proporcional. Encadenar a las mujeres a su imagen y a un estándar prácticamente inalcanzable es otra arma eficaz de la estructura patriarcal. Sin la belleza hegemónica una mujer no vale mucho. Las suturas acaban por empanar la perfección de estos cuerpos deseables. Con la exposición de estas intervenciones y lo que ellas representan, ¿son estos cuerpos aún codiciados? La crítica hecha por  Romina Rivero es muy sutil y certera, pues apunta a todas estas contradicciones de lo que se entiende por femenino, incluyendo lo bello y lo aceptable.

           

Otro aspecto del lugar de la mujer que es abordado en esta exposición es su posición como estructura del mundo. La expectativa lanzada a las mujeres es que no solo tengamos hijos, sino que nos encarguemos en solitário de sus cuidados. La naturalización del amor incondicional por los hijos, por el marido, por los padres aprisiona a las mujereres y subyace su propio sentido de existencia. Gracias al pensamiento generado por académicas feministas y activistas, existe un creciente cuestionamiento del papel del cuidado. Las feministas negras han señalado que las feministas burguesas blancas utilizan la mano de obra barata de las mujeres racializadas para continuar sus viajes profesionales. Si observamos de cerca, quién limpia, cocina y cuida de los niños de los blancos, son las mujeres negras / indígenas. Sin mencionar que el privilegio en la pirámide social, la base está compuesta solo por mujeres no blancas, lo que nos lleva a conjeturar que las mujeres son la estructura del mundo. Flor de Espinas es una obra que originalmente se conecta con el poder chamánico de los cactus mexicanos y remite a la belleza que emerge de la amargura. Además de la condición de la adversidad, este trabajo también termina sugiriendo el peso de la cuestión estructural que ocupa el cuerpo femenino en el espacio social. En lugar de presentar una flor de cactus, Romina trabaja con la forma ósea humana (esternón y costillar) recubierta de color oro. A pesar de que el oro es un metal resistente, el resultado de esta pieza apunta a una excepcionalidad y una delicadeza. Nuevamente la artista juega con los contrastes y las fricciones de significante y significado.

           

Al conocer la obra de Romina Rivero, en febrero de este año, inmediatamente conecté con él. Percibí en un instante que la discusión trazada por este cuerpo de trabajo es algo fundamental para pavimentar un mundo nuevo que ha nacido hace ya mucho tiempo. Sin embargo, esta creencia estaba muy restringida a ciertos sectores de la sociedad. Pero la pandemia de COVID-19 llegó y abrió el agotamiento del mundo construido por hombres occidentales heterosexuales blancos. Acredito que lo que Romina viene sacando a la luz con sus obras es inteligible para un número cada vez mayor de personas; que el conocimiento de las mujeres en toda su diversidad sea acogido y valorado; que es posible el hecho de que exista una ecología del conocimiento y que la convergencia y el respeto estén mucho más presentes que la exclusión y la supresión.

CATEGORÍAS EN FUGA   por Blanca De la Torre

(Resistencia)

Es difícil domesticar a la bestia sin la complicidad de los que la alimentan, aunque  una alternativa efectiva podría ser resistir a ella al margen de sus guardianes desde el espacio que nos brindan algunas prácticas artísticas. Resistir también es trabajar poéticas alternativas desde diferentes ángulos, a través una óptica bifocal: la que corresponde al propio acto de crear, y la de las propias superestructuras a las que se pretende resistir, si se me permite la entelequia.

 

El pensamiento de Romina Rivero en torno a las categorías que atraviesan su trabajo (resistencia, lo social, poder, libertad, otredad) transita en esa línea, que esbozaré a través de algunas figuras clave. A su vez, tanto éstas como el trabajo de Rivero nos sitúan ante algunas constantes para tratar de bosquejar una lectura del particular momento en que nos encontramos.

 

 

(Social)      

 

En Reensamblar lo social Bruno Latour señala la imprecisión en que ha devenido la palabra “social” debido a su excesivo uso polisémico. “Lo social”, según el filósofo francés, ha pasado a perfilarse como un término que designa al mismo tiempo un proceso de ensamblado y un tipo particular de material. Al rechazar esa concepción de lo social, nos invita a recuperar el objetivo original del término para, de este modo, poder dibujar de nuevo y con más precisión lo que vendría a ser el “ensamblado social”.

 

Y una tarea de recuperación similar a esa que nos invita Latour se puede intuir en la obra de Rivero: ambos están interesados en la idea del poder aunque desde la búsqueda de diferentes ángulos de observación.

En el libro mencionado se señala cómo la sociología ha estado marcada desde el comienzo por la existencia de otras agencias que se apoderan de la acción, y esta disciplina ha sido impulsada por el descubrimiento ético, político y empírico de que existen jerarquías, asimetrías y desigualdades; que el mundo social es un paisaje plagado de irregularidades. Y es el interés en analizar esas asimetrías, subraya el autor, que no queremos simplemente repetirlas y aún menos seguir acarreándolas sin modificarlas. A fin de no confundir la causa y el efecto, el explanandum con eI explanans, como señala el filósofo: “Es por eso que resulta tan importante sostener que el poder, igual que la sociedad, es el resultado final de un proceso y no una reserva, un stock o un capital que automáticamente proveerá una explicación”[1].

 

(Poder)

 

Hablar de poder nos obliga inevitablemente a aludir a otro “lugar común” de los estudios culturales, y uno de los principales referentes de la artista que nos ocupa: Michel Foucault.

 

En Las redes del poder, una conferencia pronunciada por el filósofo francés durante su gira por algunos centros “menores” de Brasil en 1976[2], comienza advirtiendo sobre su intento de hacer un análisis de la noción de poder alejándose del extendido esquema freudiano donde instinto está opuesto tanto a represión como a cultura. Propone en su lugar pensar el instinto como un “juego complejo entre el cuerpo y la ley, entre el cuerpo y los mecanismos culturales que aseguran el control sobre el pueblo”.[3]

Señala también que una sociedad no es un cuerpo unitario donde solo se ejerce un poder único. La sociedad, añade, es una yuxtaposición, un enlace, una coordinación y la jerarquía de diferentes poderes que, no obstante, siguen siendo específicos[4]

En el caso de Rivero sería apropiado hablar aquí de “poderes”, pues como Foucault expone más adelante en el citado texto, no podemos hablar de poder si queremos hacer un auténtico análisis del poder, sino de poderes. Así mismo, habría que  intentar localizarlos en sus especificidades históricas y geográficas, un tema que daría para un interesante capítulo en el momento particular en que nos encontramos, donde movimientos como el Black Lives Matter y el espontáneo estallido iconoclasta decolonial permitirían establecer algunas de esas especificidades y trasladarlas al momento presente.

 

 

(Libertad)

 

Para sugerir otro de los conceptos clave del trabajo de Rivero, quisiera referirme a otra obra relativamente desconocida pero igualmente relevante: Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social, de Simone Weil, que supone un punto de inflexión, un intersticio entre la fase militante de la filósofa francesa y la de su replanteamiento y reflexión sobre las problemáticas sociales que la condujeron al activismo radical. Se trata de una lúcida reflexión atemporal, que vería la luz gracias a que Albert Camus la incluyese en la antología Oppression et liberté de 1955.

Más allá de una crítica a los fracasos del marxismo y a un cuestionamiento de la sociedad de su tiempo, Weil habla de la libertad para perfilar las características de una sociedad libre utópica. Señala a la fábrica como culpable de la alienación obrera, un amargo pensamiento fruto de su tiempo trabajando en la Renault, que a pesar de su corta duración supuso para la filósofa una experiencia traumática que la marcaría profundamente.

Este escrito de Weil, de evidente actualidad, es capaz de apelar a lo que me gusta llamar el “presente político” ya que trata de analizar una civilización que se ha fracturado y que, a pesar de tener pocas esperanzas —o ninguna— en una posible revolución, reconoce un nuevo punto de partida y una actitud social diferente: “Bien y mal. Realidad. Es bueno lo que ofrece más realidad a los seres y a las cosas, malo lo que se la quita”. Ese “presente político” se podría entender como el conjunto de circunstancias políticas y análisis de las mismas que tienen lugar de manera prácticamente análoga en particulares momentos de todo periodo histórico, y que quedan apoyados por determinados autores que se convierten en atemporales, sin restar por ello lucidez a los análisis que hicieron en aquel momento concreto. Weil es uno de esos ejemplos que nos hace pensar en presente: “Jamás el individuo ha estado tan completamente entregado a una colectividad ciega, y jamás los hombres han sido más incapaces no solamente de someter sus acciones a sus pensamientos, sino simplemente de pensar”[5].

 

Tras este brevísimo recorrido por algunos de los conceptos clave que tamizan el trabajo de Rivero, es momento de adentrarnos en el proyecto expositivo que nos ha llevado hasta aquí, En Fuga, desarrollado en dos grandes instalaciones site-specific, un vídeo y una serie de dibujos. La artista presenta todo este cuerpo de trabajo con la austeridad cromática que le caracteriza, en esta ocasión reducida a una paleta de blanco, negro, rojo y dorado.

 

La primera instalación En Fuga, que da título al proyecto, sorprende con un despliegue de maniquíes blancos de los que emergen hilos dorados que se anclan a paredes y columnas. El entramado que se apropia del espacio, atado a los cuerpos, sugiere eficazmente las categorías analizadas anteriormente.

La sutura quirúrgica de los maniquíes evidencia la idea del trauma y la herida, en claro diálogo con los tejidos de seda natural y encajes con que han sido intervenidos.  La elección de estos materiales que constituyen su particular gramática formal, destaca por el contraste entre la cotidianeidad y fragilidad de los mismos, y la rudeza de su contenido, enfatizada con algunos retazos de cuero negro. Una confrontación deliberada, que persigue un sentimiento antitético similar:

el poso amargo pero vitalista que provoca la idea de embellecer el dolor, en línea con la de la siguiente instalación.

Flor de Espinas, se conforma a partir de cuatro costillares de cerámica cromada en color oro, de los cuales emergen una infinidad de hilos negros que van dibujando el espacio de pared y suelo expositivos. Este entramado conduce a la representación gráfica del sonido de la palabra “dignidad”, que parece dibujarse sobre el suelo sin dejarnos claro si se está constituyendo o si, por el contrario, se encuentra en proceso de borrado. Aparece así muda, en silencio.

El vinilo negro con el que se inscribe emulando al hilo, nos remite al luto, alegoría del duelo constante que dialoga con las tensiones y resistencias de nuestro contexto social, aún lejos de ser inclusivo y tolerante.

 

Le interesa a Rivero el intersticio entre esas tensiones —hilos, cuerpos y tejido— para vertebrar un discurso que alude a la otredad, a la falsa disolución de las fronteras entre sociedad y esos “cuerpos otros”.

Ambas instalaciones, En fuga y Flor de espinas, se relacionan en un baile de opuestos, en un Ying (o Inn, como sería su forma correcta) y Yang, en línea con el interés de la artista por la filosofía taoísta.

 

(otredad)

 

La teórica ecofeminista Ynestra King señala cómo la dominación del hombre sobre la mujer no es más que el modelo de otras formas de opresión, tanto ecológicas como sociales. Dentro de esta línea de investigación, su foco de análisis se centra en mujeres con diversidad funcional. En The Other Body. Reflections on difference, disability, and identity politics, habla sobre sus propios impedimentos de movilidad, derivados de una parálisis parcial en una pierna. King expone sus observaciones sobre las reacciones de los otros, más habituales por parte de hombres blancos y de clase media del primer mundo, y el evidente temor de éstos a encontrarse fuera de la normatividad, algo que se revela especialmente en las reacciones de intentar mantener las formas y pretender que nada sucede.

La filósofa insiste en el hecho de que ser discapacitada no es un constructo social sino una condición que no puede cambiarse, a diferencia de, por ejemplo, el género.

En el artículo termina señalando acertadamente como “de todos los modos de convertirse en otro en nuestra sociedad, la discapacidad es el único que le puede pasar a cualquiera, en un instante, transformando la vida de esa persona y su identidad para siempre”[6].

 

Estos continuos espacios de negociación propios de “la otredad” a los que tienen que enfrentarse las mujeres, son algunos de los aludidos por Rivero en sus dos instalaciones.

 

Con la inquietud de ambas obras, la artista nos sitúa ante esos cuerpos en tensión en el espacio de lo cotidiano, donde aquellos “aparatos ideológicos del Estado” de Althusser no son algo lejano, sino que impregnan también nuestras cotidianidades.

 

La iluminación, indirecta, envolvente y de baja intensidad, enfatiza el componente perturbador que hace contrapeso junto a la esperanza, la fe y el pulso vivo de ese tenso espacio de negociación. Como también es tenso el diálogo de los hilos con el código del suelo, así como con las propias paredes y techo del espacio, en un impotente intento de romper o salir del constructo social en el que se inscriben.

 

Esa suerte de hilos de Aracne se articulan con la serie de dibujos, en los que se rompe con la tricromía blanco-negro-oro a través del dramatismo del rojo, que nos conduce a un conjunto de obra mucho más íntimo y personal.

Aquí, los hilos quirúrgicos de los cuerpos anteriores ahora “suturan” la piel de los delicados dibujos, para llevarnos de nuevo a la estética taoísta a través de un concepto de la idea de “reparación” propio la cultura oriental.

Al contrario que en Occidente, donde las cicatrices se tratan de enmendar buscando no dejar rastro de la herida original, el concepto de kintsugi japonés propone evidenciar la cicatriz, en lugar de tratar de borrar cualquier señal de pasado traumático, para comprenderlo y aceptarlo como tal. Esta técnica suele aplicarse a fracturas de cerámica, que enmiendan las piezas rotas a partir de una resina mezclada con polvo de oro, buscando incorporar al objeto la propia historia del mismo, en lugar de eludirlo. Del mismo modo los dibujos de Rivero hablan de la sutura de las heridas como una parte del proceso de sanación y comprensión de la historia, tanto de objetos como de personas. La vulnerabilidad tanto del cuerpo social como del físico.

 

“Escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso” decía el poeta Antonio Gamoneda, en una obsesión por lo corpóreo también visible en el trabajo de Rivero, en la inevitable desaparición del cuerpo y su fragilidad, donde anida también el trazo de trauma personal de la propia artista.

 

En esa materialidad tensa, lo corporal y lo espiritual dialogan juntos a través de un sutil juego de parentescos matéricos  —hilos/cabello humano, cerámica/hueso, tejido/piel—, conectando así con la corriente que se ha venido a llamar “feminismo especulativo” donde son habituales los patrones de figuras de cuerdas (string figures) presentes en la fabulación de autoras como Donna Haraway o Anna Tsing.

 

Así, Rivero apela a lo colectivo desde lo individual, a partir de un trabajo muy íntimo, donde el lirismo no está reñido con la carga política.

 

De manera análoga, las protagonistas del vídeo que se presenta en la exposición son unas manos de mujer que en un primer plano suturan las tiras de encaje previamente rasgadas de la instalación anterior e intervienen en sus maniquíes. Nos revelan así que la mayor parte del cuerpo de obra del proyecto ha sido realizado con material quirúrgico, que se acompaña a modo instalativo en una estantería junto al vídeo: una aguja específica de sutura con su hilo incorporado y tijeras.

 

Como trasfondo, la artista cuestiona la normalización de ciertas técnicas médico-normalizadoras que han convertido a la humanidad en sujeto y objeto clínico, tras siglos de dominación patriarcal patente también en un ámbito científico desde el lado científico imbuido de androcentrismo.

 

La ecofeminista Maria Mies indica que “la reducción de la ética, la moral y la responsabilidad al problema de la aplicación o no aplicación de los resultados de la ciencia significa la quiebra de toda ética”. Para la autora, este tipo de ética, a la que denomina ética reactiva, irá siempre por detrás de las fabricaciones de los científicos naturales, intentando regular sus efectos más nocivos. La autora cuestiona la segregación hipócrita y esquizofrénica de los científicos que los convierte en investigadores supuestamente imparciales que aplican en el laboratorio un código ético distinto del que siguen afuera: “El tabú que nunca se toca en los citados comités (en referencia a los comités de ética científicos) es el maridaje profundamente inmoral entre ciencia y fuerza, ciencia y militarismo, ciencia y patriarcado”[7].

 

En esa misma línea de pensamiento, Rivero habla de la relación coextensiva entre poder, resistencia, vida y libertad como resultado de la herencia de los discursos biológicos del siglo XIX que han traído como consecuencia la medicalización de la vida, y donde la biopolítica ha tomado la forma de la “nueva soberanía”.

 

El acercamiento de Rivero a los conceptos mencionados nos habla de la práctica artística como gesto de resistencia, a través de un trabajo que prefiere jugar con el lirismo antes que con la literalidad y con la alegoría antes que con lo explícito, para dibujar con esos hilos los lenguajes invisibles propios de la tecnobiopolítica.

 

Hay obras muy silenciosas que gritan. La exposición En fuga remite a ese silencio tenso, al dolor social. Alude a un dentro y a un afuera: una fuga para huir de los convencionalismos de la sociedad y de un cuerpo atrapado. Fuga como individuo y fuga como cuerpo social.

 

Romina Rivero nos alerta de que tal vez seguimos saliendo a cazar a la bestia mientras ésta se queda descansando en nuestra propia casa, cuando sería más fácil sentarnos a comprender, como sugiere Trinh Xuan Thuan, que nada puede existir por sí mismo ni ser su propia causa.

 

 

[1] Bruno Latour (2008). Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial, pp. 95-96.

[2] Michel Foucault (2017) Las redes del poder     . Conferencia rescatada, restaurada y traducida por el artista Alán Carrasco en el contexto de su proyecto de investigación "Las redes del poder I: Die Unterdrücker der menschheit" durante su residencia en la Württembergischer Kunstverein de la ciudad de Stuttgart en 2016.

[3] Íbidem, p. 6.

[4] Íbidem, p. 13.

[5] Simone Weil, Reflexions sur les causes de la liberté et de l’oppression sociale, París, 1955, pp. 124-125.

[6] Ynestra King, The Other Body. Reflections on difference, disability, and identity politics in Ms; Feminist Theory. March/April 1993, p. 72

[7] Maria Mies. “Investigación feminista: ciencia, violencia y responsabilidad” en Ecofeminismo. Maria Mies y Vandana Shiva (2014) Barcelona: Icaria, p.113

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